Erato, Euterpe o tú

sábado, 16 de mayo de 2009
Hace días, hace horas que pienso sin pensar,
que digo sin decir,
que crezco sin trabar,
que me destruyo sin cesar.
Hace días que ya no ronda esa idea,
esa alma, esa estrella.
Como si esa letra, si esa música,
no hubiese existido nunca.
Hace como años que no consigo enlazar
un verso, una sílaba, una nota musical,
pero, por otro lado, parece que
eso jamás perteneció a la realidad.
Ni siquiera existió su marcha,
su voz, su sonido, su todo y su nada;
sus medias tintas, su entrega sin igual,
o sus ojos felinos que me quisieron asesinar.
Hace meses que no consigo despegar
de mis labios alguna gran pregunta
que te haga respirar,
sentir, reír, gozar.
Hace años que de ti
no puedo arrancar
ningún sentimiento del más allá,
ningún alma llena de paz.
Hace días, pensamientos u horas
que me pregunto ya sin cesar,
que me ahoga hasta el aire por respirar,
que me inunda los oídos de más y más,
más y más lágrimas por soñar,
que no me deja dormir, no me deja conciliar
ninguna poesía, único momento para descansar.
La maldita pregunta,
la agonía presunta,
de que ya no puedo crear,
de que ya no puedo imaginar,
de que ya no pueda sacar,
apenas susurros de mi verdad.
La horrorosa opinión, la plausible evidencia,
de que no sea ni el mundo ni mi corazón,
simplemente lo haga yo.
Hace ya mucho tiempo, muchas noches,
muchos desvelos sin nadie velar,
que tengo la presente certeza
de que ya no ha habido mayor verdad
que sólo tú le has robado
el encanto a mis manos,
el duende a mi alma,
la razón a mi corazón,
y todo ya te lo has llevado.